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Conversando con Cira Romero

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cira romero

Cira Romero Rodríguez. (Santa Clara, 1946). Ensayista, crítica literaria e investigadora del Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo Valdor. Dentro de sus múltiples funciones en el mundo del libro y la literatura, también ejerce docencia en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Es Miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua y pertenece al secretariado de la UNEAC.

Por su obra y gran desempeño en las letras ha obtenido diversos premios y distinciones: Distinción por la cultura Nacional, Distinción Carlos J.Finlay y Premio de ensayo José María Chacón y Calvo, entre otros.

Dentro de su vasta obra destaco, por solo mencionar algunos de sus títulos: Moral y sociedad en la novelística de Carlos Loveira Chirino, Las horas completas de un escritor cubano de origen gallego, Fragmentos del interior: Lino Novás Calvo, su voz entre otras voces, Cuestiones privadas. Correspondencia a José Antonio Portuondo (1932-1986), El comisario ciego y otros relatos, de Lino Novás Calvo, Angusola y los cuchillos, de Lino Novás Calvo y Órbita de Lino Novás Calvo.

El diálogo con Cira siempre se torna agradable y pletórico de sabiduría. Hemos compartido en actividades de la UNEAC, y otros eventos culturales, en los que ha surgido una buena amistad. Hoy conversamos con la autora a propósito de su más reciente publicación Mi desposado, el viento por la editorial D’McPherson S.A, antología de poesía cuya selección muestra la lírica de siete poetas femeninas del siglo XIX.

Agradezco la amabilidad y prontitud de sus respuestas.

Recientemente ha salido a la luz por la editorial D’McPherson S.A la antología de poesía Mi desposado, el viento, cuya selección muestra la lírica de siete poetas femeninas del siglo XIX. ¿Qué encontrarán los lectores en esta obra? ¿En qué idea está fundamentada esta selección?

La estructura que le di al libro la basé en dos momentos literarios, si caben ambas denominaciones: Ocaso romántico y Poetisas de transición y atisbos modernistas. En el primero incluí a Catalina Rodríguez de Morales y Aurelia Castillo de González. La primera muy poco conocida, la segunda una figura relevante de las letras, pero su poesía no ha sido muy divulgada. En el segundo tiempo están Mercedes Matamoros, Nieves Xenes, Juana Borrero, su hermana Dulce María, y María Luisa Milanés.

Como ves, hay nombres y nombres, pero me interesó divulgar los versos de las dos primeras, en realidad discretos, pero correspondientes a ese momento en que el romanticismo tiende a periclitar, no a desaparecer, en tanto que en el segundo grupo hay voces imprescindibles, con la particularidad de que, excepto Dulce María, las restantes sufrieron / padecieron el amor desde el centro mismo del dolor.

La Milanés, por ejemplo, terminó su vida con un disparo en el vientre por causa del esposo, quizás por sus incomprensiones o desvaríos amorosos. Esta irregularidad de valor en las voces. Los motivos literarios me interesó conjugarlos en un libro, de modo que el lector tuviera una visión de esos años, ya casi finiseculares de la poesía escrita por mujeres. De modo que encontramos poemas dedicados a la naturaleza, fábulas, patrióticos y otros caracterizados por la pasión amorosa, el ardor de la amante no satisfecha, el despecho, la devastación al ser ignorada por el amante siempre anhelado. Es sobre el amor en sus diversas facetas, desde el patrio hasta el espiritual, pasando por el carnal.

Conocemos sobre tu obra como investigadora. ¿De qué herramientas te vales? ¿Qué te motiva? ¿Cómo es, a grandes rasgos, tu proceso de creación?

Mi principal herramienta, mi principal motivo, es el amor por indagar en lo desconocido en la dicotomía existente entre autor /obra literaria. Me apasionan los archivos literarios personales de los escritores, su correspondencia (he publicado cuatro epistolarios), los misterios que se develan cuando uno los revisa y logra sacar a la luz lo que nadie conocía. Por eso es que me interesa la investigación literaria, aunque también me gusta estudiar el proceso de nuestra literatura y hacer crítica literaria, manifestación que está en caída vertical. Por ese gusto de rastrear he dado pequeños aportes, como la correspondencia de Lino Novás Calvo (Laberinto de fuego, 2008), que ratifica y amplía el carácter de su obra —angustiada, dolorosa, sufrida— con su propia vida personal, que tuvo esas características.

Poder reunir, hasta donde pude, las cartas escritas por y remitidas a José Jacinto Milanés (Con la lengua de la pluma, 2018), Premio de la Crítica, 2020, me permitió conocer, y dar a conocer, por ejemplo, el proceso creador de El conde Alarcos, o el diferendo Milanés vs Del Monte acerca de cómo enfrentar el hecho literario o vislumbrar, en otra, sus primeros síntomas de locura. Reunirlas en un libro, anotarlas como modo de aclarar al lector, indispensable en todo epistolario, es un acto que disfruto al máximo. O sea, este tipo de trabajo de investigación que me gusta hacer tiene muchos caminos, no solo el de los epistolarios.

Cuando hice una nueva edición de la novela Francisco, o Las delicias del campo, de Anselmo Suárez y Romero, que está por aparecer por la Editorial Letras Cubanas, accedía al original manuscrito que está en uno de los nueve álbumes del autor atesorados por el departamento de Colección Cubana de la Biblioteca Nacional. Pude comprobar que para la primera edición, de 1880, ya muerto el autor, y repetida en las siguientes, se había omitido, quizás sin mal ánimo de hacerlo, todo un párrafo, y lo pude recolocar. Eso me produjo gran alegría. Te defino mi proceso de investigación usurpándole a Mirta Aguirre una frase que repetía siempre: «Culo en silla». Lo demás viene del interés que le pongas a seguir pistas, a revolver papeles viejos, periódicos y revistas llenos de polvo… Algo que, al parecer, a los jóvenes, salvo excepciones, ya no les interesa hacer, al menos en Cuba.

Me motiva todo a lo que se le pueda dar nuevas respuestas y ofrecer luces desde el centro mismo de la investigación. Los fondos de archivo de bibliotecas como la Nacional y la del Instituto de Literatura y Lingüística constituyen sitios increíbles por su riqueza documental. Lamentablemente son poco frecuentados por los cubanos jóvenes. En cambio, en cualquiera de los lugares citados puedes ver investigadores españoles, norteamericanos, cubano-norteamericanos, que no pasan de 40 años, y entre los cubanos de acá los que pasamos hace rato los 60, aunque siempre hay excepciones. Eso me produce mucho dolor.

¿Cómo ha sido tu experiencia con esta editorial? ¿Qué opinas de su labor?

Creo que esa editorial está haciendo un trabajo encomiable en cuanto a llevar su catálogo a voces importantes de la literatura cubana, tanto jóvenes como no tan jóvenes y ya no jóvenes. Yo misma preparé una especie de «obra completa» con la poesía de Antón Arrufat, y la pongo entre comillas, porque el autor, felizmente, sigue con nosotros y sigue escribiendo. Espero que se abran también a la no ficción, donde muchos pudieran aportar.

¿Háblanos brevemente sobre tus obras publicadas y los premios obtenidos?

Mi obra publicada, en su gran mayoría, se inserta en esa labor de archivo y en prólogos y antologías. El primer prólogo que publiqué fue en 1977, sobre la novela Los inmorales, de Carlos Loveira, cuando la editorial letras Cubanas no se había fundado y salió por Arte y Literatura. Como te dije, antes, cinco epistolarios (Novás Calvo, Hernandez Catá, José Antonio Portuondo, Milanés), sobre Novás un libro, Fragmentos de interior. Lino Novás Calvo: su voz entre otras voces (2010), selección de cuentos de varios autores como Luis Felipe Rodríguez y Federico de Ibarzábal.

Publicar Severo Sarduy en Cuba (1953-1961) me produjo una gran satisfacción, pues en el momento más oportuno, pues ya hoy no podría hacerlo, rastreé todo lo que dejó en las páginas de nuestros periódicos y revistas. Digo que hoy ya no podría hacerse porque algunos de esos materiales ya están muy deteriorados.

Reunir la prosa de Emilio Ballagas me permitió dar a conocer una nueva dimensión del poeta. Recibí un premio de ensayo por los años 80 basado en un estudio de Novás Calvo. Después el Premio de la Crítica por el mencionado epistolario de Milanés. No acostumbro a concursar. En cuanto a reconocimientos poseo la Distinción por la Cultura Nacional y la Orden Carlos Juan Finlay, la más alta condecoración que se entrega en Cuba por resultados de investigación en cualquier campo, en mi caso las Ciencias Humanísticas.

¿Qué es lo que más lo enfurece? ¿A tu juicio cual es la palabra más peligrosa? ¿Cuál la más esperanzadora? ¿Qué opinas de la palabra feminismo?

Me enfurece la haraganería de las personas, aquellas que, con posibilidades, cada vez hacen menos. La palabra más peligrosa pudiera ser el adverbio «luego… cuando alguien dice: «luego lo hago»». La palabra feminismo es definida por el DRAE como «Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres». Me parece adecuada la escueta definición. Hoy tiene mayores resonancias. Pero se ha abusado mucho de ella y como toda palabra que esté en esas condiciones va perdiendo fuerza.

¿Qué le aconsejarías a los jóvenes escritores? ¿A los jóvenes en sentido general?

Amar y respetar el trabajo que desempeñen y defenderlo por encima de todo.

Fuente: Sitio de la UNEAC

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