Imagen cuba

Aute retrato

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Foto: Juan Miguel Morales

Ha vuelto a estar entre nosotros Luis Eduardo Aute. Diría más, nunca se ha marchado. Nos lo hizo saber al asomarse a la pantalla doméstica por el Canal Clave, por estos días Canal Cubadisco, en el inicio de su programación consagrada al evento que tiene en España al país Invitado de Honor. Porque en tiempos cercanos Aute fue criatura de las dos orillas, no solo por sentimientos, sino desde el lado luminoso de las convicciones.

La proyección de Aute retrato me situó en la memorable jornada del 22 de marzo de 2008 en el teatro Karl Marx, sede del concierto La trova le canta a Eduardo, que trasladó a Cuba el festival BarnaSants, desde Cataluña. Las voces de Liuba, Amaury, Vicente, Karel García, Carlos Varela y Santi, sus versos dichos por Coralia Veloz, y los dibujos de Rancaño y Kcho honraron al creador español, condecorado entonces con la Distinción por la Cultura Nacional, quien a su vez honró al público desde la escena cerrada por él al entonar Al alba.

Hubo dibujos, pinturas, películas y libros de Eduardo. Al introducir lo que llamaba «poemigas», Amaury Pérez escribió palabras de absoluta vigencia: «Es un artista del compromiso y comprometido está, primero que todo, con el oficio, con los atrevimientos que el verdadero arte convoca, y después, con las causas nobles de las que se apropian, y arropan, los auténticos artistas».

Eduardo murió el 4 de abril de 2020. La película realizada por Gazka Urreti, exhibida entre nosotros durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en 2019, respondió a homenajear en vida al cantautor, quien se hallaba muy enfermo, pero luchaba a brazo partido por salir adelante. En buena medida Cuba, como se reconoce en el largometraje, contribuyó a la sobrevida. Silvio Rodríguez, hermano de arte, puso en manos de la ciencia insular el destino de Eduardo, quien recibió un tratamiento restaurador en el Ciren. La isla antillana no era un accidente en la trayectoria auteana. Había estado en el xi Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en 1978, y un año después invitó a Silvio y Pablo a compartir el concierto entre amigos en Madrid, del cual nació un álbum doble. Después de la velada de 2008, regresó al Concierto por la paz, en la Plaza de la Revolución.

Hay en la película un momento cubano sumamente conmovedor. Su hija le tomó una foto sentado en el Malecón al lado del hermano. Al ver la imagen, Aute recordó una foto idéntica al filo de los 50, en Manila, donde nació, junto a su padre. Viajó al pasado y al mismo tiempo, desde el presente, hacia el futuro, y lo expresó en una estremecedora cinta de animación, El niño y el basilisco (2012) y en una no menos tremenda canción, El niño que miraba el mar, del mismo año.

Si se quiere tomar el pulso a la múltiple entrega artística de Aute, y a su consistencia y coherencia, hay que ver Aute retrato. De la poesía a la canción, de la pintura a la imagen en movimiento, de Rosas en el mar a La belleza, de Massiel a Dani Martin, del realismo al surrealismo, de Goya a Buñuel, del compromiso a la mística, de la ética a la sátira, de la política al erotismo. Y, claro está, el valor de la amistad, el clamor y calor de los muchos amigos a lo largo de su vida y, en especial, cuando se reunieron en el concierto Ánimo, animal el 10 de diciembre de 2018, en Madrid.

De nuevo estoy con Eduardo en La Habana y pongo atención a lo que con llaneza expresó en 2008: «Mi sueño sería que un hombre alto con barba me concediera la nacionalidad cubana». Todo está dicho.

Fuente: Granma

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